Muchos de los problemas que tenemos en la vida son consecuencia de la superficialidad con que los enfocamos.  Nos comportamos como Hansel y Gretel cuando se encuentran abandonados, perdidos en la noche, en el bosque, hambrientos, con frio, cansados y totalmente necesitados de ayuda. De repente aparece ante ellos una linda casita, cubierta de atractivas golosinas que los hechizan y suponen que estará calentita, confortable y podrán resolver todos sus necesidades y deseos. Y mientras fantasean, se abre la puerta y aparece su dueña que los mira sonriente y amablemente los invita a entrar. Ellos, sin pensarlo, entran animados pensando que sus problemas y penurias habían terminado. La dueña los invita a sentarse en una mesa llena de alimentos, cerca del fuego de la chimenea, les habla para hacerlos sentirse seguros y confiados. Una vez calentitos y satisfechos, se relajan y convierten en presas fáciles. Es entonces cuando  obliga a Gretel a meter a su hermano en una jaula, con el fin de engordarlo para comerlo y a ella la esclaviza, obligándola a trabajar, haciendo todo lo que le pide y ya. Viviendo la realidad, los niños despiertan y descubren la verdad que se ocultaba. Inteligentemente idean un plan que termina venciendo a la bruja. Libres y con el tesoro de la bruja, vuelven a casa, resuelven los problemas familiares y viven felices.                         Cuando nos dicen lo que queremos oír,  cuando nos hablan de resolver nuestras  miserias, desgracias, infortunios… Cuando nos hacen creer que somos valiosos, apreciados, queridos, respetados…  ¡zas!   Caemos como moscas. Sólo despertar y ver la realidad nos sacará de los problemas y nos llevaran a su solución.                                                                Abramos los ojos y cerremos los oídos a los halagos y manipulaciones mentirosas. Elsa Barber

 

Llámanos