Eres ingenua. Te pasas la vida creyendo todo lo que te cuentan. Eres buena, obediente, servicial, pendiente de lo que otros necesitan. Vives poniendo en práctica el “amor” que te han enseñado y sólo te pones en el zapato de los demás una y otra vez para comprenderlos, justificarlos y te olvidas de que tu también tienes zapatos, necesidades… pero no son importantes, tú no eres importante si no es en beneficio de los demás y llega un día que te das cuenta de que estás vacía porque lo das todo, no recibes nada y tu vida se convierte en pura exigencia. Actuando así atraes y sacas el egoísmo de los otros que, desde su necesidad cogen todo lo que ofreces hasta que empiezan a tirar porque quieren más y te manipulan porque no quieren perderlo. Cuando tu vacío te pasa factura, caes en un pozo sin fondo, oscuro, envuelta en soledad y llena de miedo porque no sabes por dónde y, a dónde caes. Pero en la caída vas aprendiendo a ver en la oscuridad y lo que ves no es otra cosa que tú yo. Descubres que caes y vas hacia tu alma. Y te vas encontrando con lo que contienes, quien eres, lo que quieres, lo que supone estar en tus zapatos y conectas con tus necesidades y tus capacidades; con tus fallos y tus aciertos; con tus ignorancias y con tus sabidurías; descubres que tu alma es la horma de tus zapatos. Y comienzas a caminar de forma diferente, pero no gusta. Quieren que vuelvas a ser la obediente, la mandada, la sumisa, la que siempre dice sí. Y entras en un mar de dudas, ¿tendrán razón? ¿estoy equivocada? ¿este mundo tienes sus reglas y las tenemos que cumplir? ¿venimos a la vida para anularnos? ¿venimos para descubrirnos? Miras tú antes y tú ahora. No te gustan los resultados del antes, no quieres lo que tenías: nada, porque te habías perdido hasta a ti misma. Y, aunque el mundo no lo pone fácil si quieres vivir con tus reglas aún respetando las de los demás, experimentas que ese vacío que te produjo el antes, va llenándose con lo que tanteas, ensayas, practicas y, aunque cometas errores porque estas en terreno desconocido y solo, contigo mismo, y digo solo aunque recibo ayudas por todas partes, inesperadas, desconocidas, pero que encajan perfectamente con lo que necesitas para seguir tú propio derrotero, con paso firme y con muchos a tú lado que te quieren como eres. Elsa Barber