En la bipolaridad en que vivimos esta la de vivos-muertos, nacemos-desaparecemos. ¿Pero qué hacemos entre un extremo y el otro? Muchos descalabros, sufrir, complicarnos, equivocarnos, también aprender, comprender, amar, descubrir, conocer, despertar… En el momento en que la muerte de alguien cercano, nos toca, tomamos consciencia de lo que verdaderamente es importante, relativizamos los conflictos, incluso desaparecen. Y ¿qué hacemos después de ese encuentro con la muerte? ¿cambiamos algo? ¿Cuánto tiempo funciona ese importante aprendizaje? ¿cuán pronto cae en el saco del olvido y volvemos a lo mismo? A veces nos ayuda a darle valor a la vida sintiéndonos vivos, conscientes de la importancia de las relaciones entre seres vivos, los que están en nuestra vida, o se cruzan por ella; a relativizar eso que tanto nos importa y que produce dolor y tristeza cambiándolo por experimentar la vida como el tesoro más grande que poseemos, disfrutarlo y soltar o destruir todo lo que lo obstaculiza. El mayor estorbo es ese trastero oscuro, lleno de banalidades, de cosas inservibles e insulsas, como el miedo a escapar que nos aprisiona y retiene, con el cuento de la seguridad , en la peor de las cámaras y nos impide la entrada a nuestro palacio, lleno de hermosas y diferentes estancias formadas para deleitarnos y gozarlas.. Qué gran alegría cuando descubrimos lo que realmente nos esperaba al salir: beneficiarnos de la vida en sus diferentes formas y figuras, rodeados de tanta belleza, de admirables contenidos, de alegres motivos, de gente interesante, detalles soberbios, grandezas increíbles, música deleitable para escuchar y bailar, voces prodigiosas para embelesar… Elsa Barber